Lo primero que llama la atención de un vehículo es su aspecto: su color, su brillo. estos dos últimos conceptos vienen dados por la pintura. Pero, además de este valor estético, la pintura desempeña otro valor fundamental: la protección de las partes metálicas de la carrocería, principalmente contra los daños originados por el óxido, que las dañaría y acabaría destruyéndolas. Los fabricantes dan gran importancia a ambas funciones, y por ello las garantías de los fabricantes de los automóviles contra la corrosión superan en 10 años a los 2-3 años de los elementos mecánicos y eléctricos.
Cuando un vehículo presenta daños en la carrocería y debe renovar parte de la pintura, los talleres han de reponer las mismas capas que fueron aplicadas en fábrica para mantener integridad de la carrocería. Para ello se encuentran con algunos inconvenientes, centrados principalmente en los equipamientos existentes para los talleres, que distan de los utilizados en las fábricas. También destaca que el vehículo se encuentra lleno de elementos plásticos, textiles, electrónicos,... que impiden alcanzar las temperaturas de secado de fábrica (120ºC) que los dañaría irremediablemente. Todo esto lleva a que los fabricantes de pintura dispongan de pinturas específicas para las características de la reparación en taller. En donde, por ejemplo, no se pueden superar los 60ºC de temperatura para el secado.
La pintura en el automóvil está formada por varias capas superpuestas que cumplen funciones complementerias. todas ellas suman aproximadamente 100-125 micras de espesor, poco más que el grosor de un pelo. La mitad interior o de fondo protege la carrocería, alisa la superficie y facilita el agarre de las capas exteriores. A partir de ellas se incorporan las capas de acabado: el color y por último una capa transparente y fundamental, el barniz. Esta capa es la encargada de dar brillo y es la primera capa protectora contra agresiones mecánicas (gravilla, túneles de lavado, ...), químicas (excrementos de aves, rayos solares, ...) y medioambientales (cambios de temperatura, hielo, ...). Por todo ello, el barniz es una capa que tiene que cumplir varias características de manera simultánea: adherencia a las capas inferiores, dureza y brillo.
En fábrica, la aplicación de las distintas capas se produce dentro de la cadena de montaje, pasando por varias "bañeras" en las que se sumerge la carreocería aún desnuda, aplicándole así las primeras capas protectoras. Finalmente se aplican las capas de acabado: el color y el barniz. Entre las distintas capas se aplican métodos de secado en los que se alcanzan temperaturas de 120ºC.
Cuando un vehículo presenta daños en la carrocería y debe renovar parte de la pintura, los talleres han de reponer las mismas capas que fueron aplicadas en fábrica para mantener integridad de la carrocería. Para ello se encuentran con algunos inconvenientes, centrados principalmente en los equipamientos existentes para los talleres, que distan de los utilizados en las fábricas. También destaca que el vehículo se encuentra lleno de elementos plásticos, textiles, electrónicos,... que impiden alcanzar las temperaturas de secado de fábrica (120ºC) que los dañaría irremediablemente. Todo esto lleva a que los fabricantes de pintura dispongan de pinturas específicas para las características de la reparación en taller. En donde, por ejemplo, no se pueden superar los 60ºC de temperatura para el secado.
Uno de los avances desarrollados para los fabricantes de pinturas son los barnices antirrayado, que en algunos vehículos de lujo son aplicados en fábrica elevando la protección de erosiones, y que desgraciadamente son igualmente irrepetibles en el taller. Aunque empieza a comercializarse una variante para la reparación, de la misma forma que el barniz convencional, no alcanza las características aportadas durante la fabricación.
Ante la imposibilidad de restaurar las propiedades originales, lo preferible es alterar lo mínimo imprescindible las pinturas originales siempre que la entidad del daño lo permita. Para ello existen métodos de reparación que minimizan e incluso evitan la retirada de la pintura original; y, con ello, también se acorta el periodo de estancia en el taller. Otras técnicas especiales son los pulidos. el abrillantado o las llamadas reparaciones "SMART", que se centran en el daño y un mínimo daño a su alrededor respetando las capas originales en el resto de la pieza.
No debemos olvidar tampoco que la reducción en la destrucción de capas de pintura, con la que evitamos la necesidad de su reposición, disminuye de manera destacada la generación de residuos. En definitiva, propiciando el cuidado del medio ambiente.
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