jueves, 4 de febrero de 2010

La mitología en la naturaleza

Desde antiguo se han utilizado historias fantásticas para comprender sucesos que no tenían explicación en aquel momento: dioses causantes de fenómenos meteorológicos, catástrofes provocadas por la ira de los enfurecidos dioses, castigos, etc... y la formación de montañas, ríos y otros lugares reales o alguna característica de ellos no se han quedado sin su apropiado relato.

El Monte Aconcagua, situado en la Provincia de Mendoza al centro-oeste de la República Argentina, es el pico más alto de la cordillera de los andes y de toda América con sus 6962 metros de altitud. El origen de su nombre no está claro: se discute si viene del araucano "Acaoca-Hue" o del Quéchua "Ackon Cahuak". Este último nombre significa "Centinela de piedra", que viene apropiado para su relato. La leyenda habla de Caribay, un cazador de llamas salvajes, a quien un día se le aparecieron cinco cóndores de vivos y llamativos colores entre los picos brillantes. Extrañado, Caribay los estuvo siguiendo hasta que, hacia la tarde, vio a las cinco aves posarse una cima. Preparó entonces su arco y sus flechas y uno tras otro fueron cayendo. Al alba, Caribay descubrió que los cóndores de plumas fascinantes se habían convertido en cinco puntas de hielo, las cinco cimas que rodean el Aconcagua.

La tradición polinesia dice que las islas del archipiélago fuerno pescadas del mar como trozos de coral. Kapú, un famoso héroe y guerrero, salía a menudo a pescar en barca. Le gustada la soledad y el contacto con la paz del océano. Un día, Kapú llevó consigo a un viejo sacerdote. Una vez llegaron a mar abierto, el héroe tiró las redes y esperó.
Pasado un cierto tiempo, Kapú recogió las redes y con gran desilusión descubrió que sólo había pescado un trozo de coral. Lo iba a devolver al mar cuando el viejo sacerdote lo detuvo afirmando que el trozo de coral guardaba en su interior un gran poder mágico y que debían llevarlo a la orilla. Kapú obedeció y, al llegar a la orilla, sacrificó un cerdo a los dioses, y pidió que el coral se transformara en tierra. Y así, como por encantamiento, nacieron la isla de Tahití y todo el archipiélago de las islas Hawaii.

China ha sido siempre una tierra de mitos y leyendas: monjes capaces de matar de un solo golpe, ninjas asesinos, dragones.... Precisamente una de estas fascinantes criaturas es la protagonista del siguiente relato.
Hace muchísimo tiempo, en las grutas de las colinas de Guilin (provincia situada al noroeste de China) vivía un anciano, que en realidad era un dragón. El anciano poseía una perla tan luminosa que incluso por la noche, la gruta resplandecía. Atraído por aquel resplandor nocturno, un joven pescador que pasaba por allí entró en aquella cueva hasta llegar al fondo de la gruta. Allí, encontró al dragón durmiendo y, a su lado, vió la perla reluciente: la cogió y huyó. Pero cuando estaba a punto de salir de la gruta, el hombre tuvo miedo de la venganza del dragón. Entonces volvió sobre sus pasos y, sin despertar al dragón, volvió a dejar la perla en su sitio. Así es como Guilin siempre ha conservado aquella espeluznante luz hasta nuestros días. El mágico resplandor de aquella perla continúa brillando entre los vapores que emanan los inundados arrozales que rodean a las colinas.
En Europa también tenemos relatos de este tipo, como los "trolls" (convertidos en piedra por la luz del sol) que forman el roquedo de los países escandinavos o la leyenda irlandesa de la formación de la llamada "Calzada de los Gigantes", que cuenta la historia de dos gigantes, uno escocés y otro irlandés, que se llevaban muy mal y se tiraban piedras entre ellos y, de tanto tirarse rocas, se formó un campo de piedras sobre el mar. Así, el gigante escocés decidió pasar por el camino de rocas y derrotar así a su adversario. La mujer del gigante irlandés vió como venía el gigante escocés y decidió disfrazar a su marido de bebé. Al llegar el escocés y ver que el bebé era tan grande, pensó que su padre sería el triple de grande, así que huyó pisando muy fuerte las rocas, que se hundieron en el mar para que el otro gigante no pudiera llegar a Escocia.

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